Señorita luna, le pido a usted comprender esta vez a la renombrada pues quizás aquel desaforado pensamiento ruidoso pueda no provenir de mis turbulentas mensajeras endocrinales. Solo le ruego comprenderme pues me es imposible ser más cautelosa y resistirme a aquel inocente placer de dominar por completo el estado de animo de vuestro menospreciado cuerpo. Desde ya muchas gracias por glorioso entender, Atte. Madre Regla.