Y te dicen féretro, después te caes por un camino empedrado para rozar tus pies contra el pavimento y, un poco, sentir que puedes llegar viva. ¿como cuando eras pequeña? Si, algo así, quizás como cuando te pasabas la tarde mirando las olas blanquecinas deslizarse sobre las rocas, esas escamas submarinas insurgentes, uff, me dan un poco de miedo pero quizás si puedas trasladar sus colgantes. Los miedos se escapan y quedas como después de bañarte frente a gente desconocida, algo incómoda por el cambio, pero sencillamente impasible y entusiasmada por contagiarte roja y calipso y sin color de lástima. Solo con tus ganas infinitas y las guerras submarinas que se nos vienen. Es una sensación media extraña de no querer para de corroborar lo equivocada que sigues al caminar. Porque, cuidado, detente pronto sino quieres estallar, avanza desnuda rápido y viva impaciente siendo tu misma con esa desnudez insolente y tu flácida mirada. Cuidado con los toros, que esta vez son serpientes que te acorr